Borges y Vargas LLosa

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En memoria de la recepción del Premio Nobel de Literatura 2010

BORGES Y VARGAS LLOSA
Manuel Gracián
6 de Nov. 2010

Mario Vargas Llosa es una aguja de navegar;  es un hombre feliz. Disfruta mucho con su familia. Está orgulloso de su esposa Patricia, sus hijos Álvaro, Gonzalo, Morgana, sus nietos Leandro, Aitana,  Anaís e Isabela. Ignora los motivos que orillaron a la Academia sueca a otorgarle el Nobel de Literatura. Comenta que es un total misterio cómo la Academia selecciona a sus candidatos y escoge a los ganadores. Pero Mario Vargas Llosa también es feliz escribiendo, para compartir siempre lo que escribe, gane o no gane premios.

Vargas Llosa acepta con alegría y naturalidad el premio Nobel. No se va a convertir en una estatua de sal. Va seguir siendo un escritor vivo, lleno de ilusiones, anhelos y proyectos hasta el final, ha declarado al llegar a Suecia. Le alegra que su país, Perú, viva la democracia, aún imperfecta, pero con gran esperanza. Ha agradecido a España la hospitalidad que siempre le ha brindado. Vargas Llosa es un escritor que escribe. Y es un escritor que convive con la gente. Es un hombre contextual con el mundo en que vive. Y no cree en la guerra del fin del mundo. Su misión como hombre de letras, como narrador, es “enriquecer nuestras experiencias con historias imaginarias que den mayor profundidad a nuestras ideas, enriquezcan nuestra sensibilidad y aumenten nuestro desasosiego y actitud crítica frente al mundo” ¿Y el Nobel enriquece a Mario Vargas Llosa, o Mario enaltece al Nobel? Los premiados en lo que va del siglo—con excepción de Le Clézio—se difuminan con los días ¡Vargas Llosa es indeleble!

Si fuera posible pedirle al tiempo que vuelva (Vargas Llosa  sí sabe lo que dice en cuanto al manejo del tiempo; basta leer La Casa Verde), el laureado otorgaría el Nobel a Jorge Luis Borges. Dentro de los misterios: Alguien dijo que a Gandhi se le negó en Nobel de la Paz, por  quedar bien con los ingleses. A Alfonso Reyes, porque no era creador (¿será posible? El mismo Borges le confesó a Raimundo Lida: “Alfonso reyes es el mejor prosista del mundo”).  ¿Y que le respondería Jorge Luis Borges a Mario Vargas Llosa, en lontananza?¿ O que opinaba Borges de algunos laureados?…¿Y que pensaba Borges  del Nobel y de sí mismo?…¿Lo deseaba realmente?…¿Por qué no se lo dieron?…

Los Académicos condicionan la estructura del discurso en la recepción de las coronas del Nobel. Y son pocos los laureados que hablan de su propia persona y de su obra escrita, que es lo que importa. Unos recuerdas a los compañeros de su generación literaria (W. B. Yeat, 1923), o los invade la nostalgia enfermiza y acreditan sus propios méritos a otra persona cercana (J. R. Jiménez, 1956). Otros se protegen con una coraza de ironía de palabras, cuando lo que  hace falta es el silencio y la aceptación (T.S. Elliot, 1948). Algunos han mirado con desdén el premio o lo han rechazado (Sartre, 1964, rechazó el premio por una equivocada postura política. Samuel Beckett, 1969, lo aceptó pero lo comparó en importancia con la emoción de unas vacaciones en Túnez). El colmo de alguno de los laureados, la inconsecuencia, como el caso de Miguel Ángel Asturias, 1967: (es Borges el que cuenta: “Se que este es un premio para hipopótamos. En esto me he convertido, yo, que fui un rebelde”. Y se embolsó las coronas).

También los jurados tienen su propia rudeza: A Hemingway (1954), le dijeron: “Sus primeros escritos tienes costados brutales, cínicos y callosos”. A Rudyard Kipling, en 1907, a sus 42 años de edad,  lo ofendieron acremente: “Su idioma poético es demasiado rudo…sus baladas bordean la vulgaridad…su obra carece de profundidad, de pensamiento y de sabiduría superior…”

En los últimos tiempos los Académicos del Jurado  han dado en establecer una cláusula definitoria de los méritos de laureado o de su obra: Darío Fo (1997): “siguiendo la tradición medieval se mofa del poder y devuelve la dignidad a los perseguidos”. Jean-Marie Le Clézio: “novelista de la ruptura, de la aventura poética y de la sensualidad extasiada, investigador de la humanidad fuera y debajo de la civilización reinante”. Jorge Mario Pedro Vargas Llosa: “Por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”

Y al hacerlo incurren en lo que don Julio Casares o don Leopoldo Alas (Clarín) criticaban con sarcástico desdén lúbrico y festivo: “lirismos floreados; vacías sonoridades verbales; fosforescencias subjetivas; comparaciones odiosas. Todas ellas afluentes del camelo ramplón de las fullerías. Y lúdicamente con el esteticismo dogmático de la Academia, benefician a los laureados con la  misma vaguedad cautelosa, aplicable a todas las obras literarias y a ninguna.

Y a todas estás ¿que  dijo Borges sobre  la concesión del Nobel para él? “Escribí mucho, tal vez demasiado, pero se que algunas páginas mías perdurarán y un Nobel me dejaría morir satisfecho…Pero al mismo tiempo  pienso que muchos lo ganaron, con toda su insignificancia, pese a no haber escrito el libro definitivo. Por otra parte,  sólo el Espíritu Santo escribió el libro definitivo, la Biblia. Otros, lo han intentado, ¿pero quién lo logró?…

 Mario Vargas Llosa se ha ganado el premio Nobel a pulso, con una larga paciencia y la tarea bien acabada con perfección humana. Los académicos del jurado sólo  son hombres de carne y hueso. No cabe duda que es Mario Vargas Llosa quien enaltece al premio. Y en su gran humildad y amor a las cosas pequeñas ha rendido el ausente homenaje que la Academia negó, acaso,  al mejor escritor del mundo en los últimos siglos. Me imagino  en la lejanía  a Borges, hombre íntegral, con su traje azul camisa blanca y corbata amarilla, caminando con Quevedo y Góngora,  cruzando su brazo derecho sobre el hombro de don  Miguel de Cervantes y Saavedra,  en el jardín de Academus, conversando con  sosegada felicidad.- M.G.

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