Devaluación del adolescente

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Devaluación del adolescente
Manuel Gracián
12 Oct 2011

En los últimos tiempos la afición de los jóvenes a las drogas es innegable. La figura del adolescente fumando mariguana, inhalando productos tóxicos o ingiriendo bebidas alcohólicas resulta familiar. Los corrillos de pandilleros, las camarillas de jóvenes homosexuales, emos, darketos, punks, indies y otras tribus urbanas no son insólitos. El número de de embarazos y abortos entre adolescentes se observa a menudo. El índice de deserción escolar es importante… ¿Qué extraño sino persigue al adolescente?

Cuando los cambios en la morfología y fisiología corporal sorprenden al niño, ha llegado la adolescencia. La vivencia de la transformación del ser facilita la búsqueda de la propia identidad y de la autoafirmación. Surge un nuevo significado a la existencia. La individualidad se erotiza; todo se tiñe de sexualidad. El espíritu tiende a equilibrar la conciencia y la realidad social. Nace la admiración a los héroes, los ideales sociales, el amor a la matria. Irrumpe en el joven la inquietud de ser mejor, de ser más, de colmar el ser, de valorizar. El adolescente sano es vigoroso, idealista, competitivo, auténtico. El nuevo joven adolece virtudes; desarrolla su mundo interior y proyecta su yo hacia lo infinito.

Pero en el universo del adolescente no todo es ensueño e ilusión; el panorama se torna, a veces, sombrío. La precoz madurez biológica contrasta paradójicamente con el crecimiento psicológico, social, cultural y económico. El manejo de la propia sexualidad se torna conflictivo. El mundo de los valores se ensombrece; los falsos profetas esperan engañosamente en las encrucijadas de la vida: los mitos, los tabúes sexuales, el pseudomisticismo de las drogas, el permisivismo ético, el hedonismo elocuente…Emergen amenazadores los nubarrones de la angustia, la inseguridad, la vergüenza, la culpabilidad, la tristeza, la soledad, la minusvalía, la frustración y el vacío existencial…Y el joven levanta la cabeza en demanda de héroes y, casi siempre, encuentra solamente tumbas, sepulcros blanqueados.

El refugio natural del adolescente es la comunidad familiar. Únicamente en la familia puede fortalecerse la personalidad en desarrollo; sólo en el núcleo familiar se adquiere la experiencia primordial e insustituible del amor verdadero, auténtico, dispuesto al sacrificio. El desarrollo de las fuerzas morales y espirituales es patrimonio exclusivo de la educación familiar. Las dos virtudes más importantes–el amor al prójimo y la justicia–se aprenden en la intimidad del hogar. Los valores comunitarios–el orden, el deber, la concordia, la solidaridad, la asiduidad al trabajo, la paz, la libertad–también son aprendidos en la familia.

La desvalorización de muchos adolescentes es un hecho irrefutable; el sentimiento de derrota y minusvalía que padecen pasa a menudo inadvertido para los padres. El síndrome de devaluación se expresa de variadas formas; la poca comunicación entre padres e hijos impide el diagnóstico oportuno de la patología. Y es triste reconocerlo, pero  muchos hogares emiten signos premonitorios de la decadencia familiar. Se torna imperioso el rescate de los adolescentes; el fortalecimiento de la comunidad familiar puede obtenerlo. ¡urge actuar sin dilaciones ni temores!

No hay que olvidar que la etapa de la adolescencia representa, para el hombre y la mujer, una nueva oportunidad para solucionar los conflictos que, el alma infantil, no pudo resolver. ¡Es imperativo detener la producción en masa de adolescentes devaluados! La tímida incoherencia ya acarrea resultados funestos en México: narcoadolescentes, ninis, zetas…. ¡Aclaremos que el adolescente representa–en última instancia–al hombre o mujer del futuro que estamos forjando!.- M.G. 12 Oct 201.

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