La casa imaginada

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Nuestra casa era resultado de la amorosa reforma de una vieja casa señorial. La fachada, enjalbegada, con áreas de color ocre y rosa, un portón y dos grandes ventanales. El portón de caoba, con clavos de forja estilo castellano, con sus dos postigos enrejados, barnizado, con su puerta de cortesía y aldabón. Franqueando el zagúan, la sala a la derecha y al frente el comedor. En la sala, enseres y muebles de mimbre y madera: un sofá, dos mecedoras, seis sillas, una mesita de centro con un tablero labrado para el juego de las damas chinas; y un secreter de madera de zapote con incrustaciones de granadillo. Además, un aparato de radio y tocadiscos. En un extremo de la sala, un piano vertical alemán, color caoba, con candelabros de bronce y teclas de marfil, marca Steinweg, con medalla de oro, y taburete giratorio (mi abuelo Virgilio era violinista y máestro de música; en una de sus visitas fatigó el piano; lo cerró casi de golpe y me dijo: «no lo toques; los líricos no llegan a ningún lado; estudia primero solfeo–tenía yo 6 años de edad).

El comedor, con muebles prosaicos de madera de cedro y ciricote, la mesa y ocho sillas; el aparador, el trinchador, una credencia y un reloj de péndulo en la pared norte. La cocina era muy grande: la hornilla con cuatro anafres; una alacena y la vajilla de porcelana; un refrigerador, una nevera para hielo salado, una mesa prosaica con cuatro sillas y una pequeña estufa de gas.

En el piso de la cocina, debajo del mosaico, un gran pozo de agua, que surtía, gracias a una gran veleta en el patio, toda la casa.  En el ala sur, cuatro alcobas con pocos muebles. Cada una de ellas amueblada con una cama, un buró, un estante, una mecedora de madera y asiento de paja, cortinajes de punto blanco y alcayatas de hierro, adosadas a las paredes para la instalación de las hamacas de hilo. Sólo en la habitación de mis padres había una coqueta, un lavamanos de pedestal y una caja fuerte metálica de color gris.

Había también dos cuartos de baño con inodoro, bidé, lavamanos, espejo, alacena y regadera con agua fría y caliente.  Las alcobas o la cocina comunicaban a un gran patio, con un aljibe en el centro, para agua de lluvia. Dos arriates laterales, de tierra negra, repletos de rosas, claveles, clavellines, y una parra con su entramado de alambre entre dos paredes fronteras.

Al término del primer patio, dos habitaciones con su propio baño, para la servidumbre. En la parte postrera de la casa, el lavadero con dos grandes bateas y una mesa de planchar. En el segundo patio, mecate y horquetas para poner a secar la ropa; una carbonera pequeña y un chiquero (nunca se usó para puercos y de niños la habilitábamos como cárcel de mentiritas). Con excepción del piso de ladrillo rojo del patio trasero, toda la casa estaba enladrillada con  mosaico de tipo florentino.

Era una casa amplia, fresca, cómoda y bonita. Además de mis padres y mis dos hermanos, habitaban en ella nuestra vieja nana, la cocinera, la trasteadora, la lavandera y un mozo. Todos dormíamos en hamacas de hilo muticolor. Mamá era la única que dormía en una cama, adornada por las noches con un gran pabellón.

¿Coincide la descripción anterior con  la casa de nuestra niñez?, ¿es repentizada?, ¿creo haber caído en la tentacion de describir la casa imaginada…? MG

 

 

 

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