Narrativa campechana (1974-1986)

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Narrativa campechana (1974-1986)

Manuel GRACIAN
28 Sep. 2012

La narrativa en Campeche durante la duodécada 1974-1986 fue prolífica. Después de un quietismo prolongado irrumpió en el medio un libro de cuentos, Tiempo sin reposo, de José Luís LLovera Baranda. Pequeño libro de 77 páginas, con siete cuentos, editado por el Ayuntamiento de Campeche, impreso en la Editora Dosis de la ciudad de Mérida, el 26 de marzo de 1975, con una tirada de 1000 ejemplares; el dibujo de la portada y las ilustraciones, de Robert Palmer; el prologuista, Guillermo González Galera.

Una peculiaridad acompañó al texto: Llamada anónima, uno de los cuentos de la edición, mereció el Premio Nacional de Cuento en diciembre de 1974, en Celaya, Guanajuato.

La aparición de ese libro constituyó un acontecimiento literario en Campeche. Como antecedente inmediato, Paseo de mentiras (1940) y toda la exuberante cuentística de Dn. Juan de la Cabada; casi en el recuerdo Cuentos románticos, de Dn. Justo Sierra, integrados en un volumen en 1896.

En septiembre de 1977, Llovera fatigó un segundo tomo de cuentos, Este mar no tiene noche. Con motivo del bicentenario de la titulación de la ciudad de Campeche, el Ayuntamiento de Mérida, Yucatán, auspició el tomito de 73 páginas; nueve cuentos, impreso en Editora Los Aluxes; portada y viñetas de Sergio Cuevas Avilés, pintor campechano.

En 1976 y 1977 Guillermo González Galera obsequió dos cuadernos, de 40 y 80 páginas, publicados por la Universidad del Sudeste. El primero, Historia y leyenda del Cristo Negro de San Román; el segundo, Leyendas apócrifas, con un epígrafe que reza ‘Folklore campechano’. Ambos cuadernos ilustrados por el artista campechano Manuel de la Cruz Martínez. Las leyendas de González Galera, fundadas en la autenticidad de sitios históricos, fue el resultado de la imaginación del autor, como cuenta en el prólogo. Las 13 leyendas fueron publicadas como contribución de la Universidad del Sudeste a la conmemoración del bicentenario de Campeche.

En 1978 apareció nuevo libro de cuentos titulado Escritores campechanos contemporáneos, editado por el gobierno del estado de Campeche, impreso en los talleres Diaz Maza de la ciudad de Mérida, con tirada de 1500 ejemplares. Libro de 98 páginas con 12 cuentos escritos por seis autores: Enrique Escalante, Guillermo González Galera, Ricardo Hernández, Salvador López Espínola, Adalberto Muñoz Ávila Y Brígido A. Redondo. Este último, poeta, prologuista del volumen.

En 1982 un colectivo publicó Sumario de Ficciones, pequeño libro de siete cuentos y 25 minificciones en 79 páginas. Editado por el ayuntamiento de Calkiní en la Imprenta Elín, de Bécal; diseñó la portada César May Tún. La Universidad del Sudeste decidió apartarse de su programa de reimpresiones; incursionó en un libro de cuentos, Diez + uno; los autores Acosta-Berzunza-Bravo-Espadas-Gantús-MacGregor-Novelo-Pérez. La portada fue diseñada por Carlos Acosta. Veintiséis breves cuentos, un ensayo y siete poemas, casi un folletón.

En 1981 Manuel Gantús editó su propio libro de ocho cuentos, El viejo y el niño, con portada de Sergio Gracián, pintor campechano. Cinco años después, nuevo tomito de cuentos, con 56 páginas, La canícula; portada y viñetas de Octavio Rodríguez Teruel. Destaca un cuento, Los barcos de papel, donde narra la fallida guerra naval de su infancia y el viaje lejano e incierto de un amigo querido.

Quedó como en otra dimensión una narración sentimental, anecdótica, La inteligencia personificada, melodrama de fuerte tinte autobiográfico. Volumen de 189 páginas, prologado en 1975 por Guillermo González Galera; no se indica el editor; se alude y agradece al rector de la Universidad del Sudeste, a la sazón Ermilo Sandoval Campos, al director del Instituto Campechano y al presidente municipal de Campeche.

Surge en mi mente una pregunta constante ¿se escribe para trascender, para ser leído, para compartir experiencias imaginadas? Encuentro una respuesta prestada, sin aceptarla de raíz: las obras de arte menores–según Seymour Menton–resultan importantes por la luz que proyectan sobre determinadas tendencias y rasgos locales. Todas las novelas y cuentos dan testimonio de la vitalidad de un movimiento; sin importar su calidad, contribuyen a recrear la historia social–real o imaginada–de un período.-MG

Posdata de 2013.- Aída Alcalá Campos:

Muy bien el registro de la narrativa, aunque faltan autores importantes, y de trascendencia en la actualidad, como Carlos Vadillo Buenfil (Donde se fragmenta el oleaje, Te están buscando) . Eduardo Huchín Sosa (Escribes o trabajas), es de los narradores más jóvenes, otro más, aunque no tan joven y casi no escribe, es Salvador Novelo (Mago del sur); también hay dos novelas del paliceño Ambrosio Gutiérrez (Encarnación, Amor Jurado), otra del carmelita Radamés Novelo (El Palizada es un río manso). Te felicito por lo cuidadoso de tu exposición en cuanto a la descripción de las ediciones, pero lo mejor de tu texto fue que, para mi gusto, sin señalar con el dedo índice, juzgaste toda una época de la narrativa campechana con el comentario de Seymour Menton, autor imprescindible para el análisis literario. Me gustó mucho tu exposición del tema.

P. S. Carlos Vadillo tiene un publicación donde registra a los narradores campechanos, La piel del mar. Cuatro décadas de narrativa campechana 1950-1989. Por cierto olvide a Miguel Suárez Caamal (hace tiempo que no encuentro nada de este calkiniense), su cuento, La noche de los osos, siempre ha atraído mi interés sobre la práctica de este carnaval en Nunkiní, Calkiní. Es pertinente comentar sobre los narradores (actuales) en lengua maya, que los hay y prometen.-Vale

 

 

 

 

 

 

 

 

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