Todo se desmorona

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Shock del futuro
Todo se desmorona
27.ago.2015

En 1970, Alvin Toffler publicaba su libro “El shock del futuro”, un texto para orientarse ante las transformaciones del siglo XXI.

Toffler escribió después dos obras miliares, “La tercera ola” y “Powershift”. En ellas prevenía sobre las prefiguraciones del nuevo siglo. Todo cambio acarrea consecuencias inevitables, tanto psicológicas como sociológicas. Y por las realidades de los tres primeros lustros de este siglo se advierte que la gente sufre por mala adaptación al cambio de época.

Los hechos han demostrado el fracaso del comunismo, del socialismo utópico, del capitalismo y de la misma democracia liberal; vemos al frente de los gobiernos a los más ineptos de los pueblos. Se aprecia de manera alarmante la enfermedad del cambio; se manifiesta en forma de tibieza, ansiedad, desarraigo, desorientación, neurosis colectiva, violencia desenfrenada. Y en activismo galopante en el que campean conflictos de conciencia y colisión de valores: frustración existencial y vacío espiritual.

Erich Fromm, psicoanalista alemán, desde los años cuarenta advirtió sobre graves problemas sociales en “Miedo a la libertad” y “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”. Numerosos reformadores alemanes, en la posguerra, habían intentado orientar a la población hacia la reconstrucción de una sociedad sana: Karl Mannheim, “El diagnóstico de nuestro tiempo”; Werner Jaeger, “Paideia”; Johannes Messner, austríaco, en sus grandes obras “La cuestión social”, “Ética social, política y económica”. No obstante la alta calidad y la pasión humana en la redacción de sus tratados, las gentes de este siglo siguen sin encontrar la receta contra el “shock del futuro”.

En los ámbitos de la filosofía, la psicología y la literatura otros reformadores intentaron sentar las bases para la creación de un mundo mejor. El inglés Aldous Houxley escribe “Un mundo feliz”, “Nueva visita a un mundo feliz”. Jean-Paul Sartre expone sus ideas en “El ser y la nada”, “La náusea”, “El existencialismo es un humanismo”. El argelino Albert Camus, Nobel de Literatura 1957, en apoyo a la rebeldía de una conciencia ultrajada escribe “La caída”, “El hombre rebelde”, “El mito de Sísifo”; ambos autores cayeron en la noción de lo absurdo de la existencia. El filósofo tomista francés Jacques Maritain propone “Humanismo integral”, “El campesino del Garona”, “Primacía de lo espiritual”. Y el notable conductista y filósofo social estadounidense Frederic Burrhus Skinner, la utopía comunitaria “Walden dos”.

A pesar de otras voces en otros ámbitos, la gente de este siglo sigue enferma. No hay tiempo para pensar, meditar, discernir: nubes sin lluvia, árboles sin frutos, olas de espuma, estrellas fugaces… “Necesitamos más reglas y hay que obedecerlas, después de todo no somos salvajes”, dice un personaje de “El señor de las moscas” de Golding. “Los tiempos están cambiando hacia atrás”, sentencia el candidato presidencial Bob Roberts de la película de Tim Robbins de 1992. “Sólo cuando los que te rodean sean diferentes te sentirás a gusto” (“El pequeño Tate”, 1991).

¿Ante tanto confusionismo está la respuesta en el ambiente o en los libros? ¿La podemos encontrar en nosotros mismos? “Tarde te amé, Señor, tarde te amé. Y he aquí que estabas dentro y yo fuera, y fuera te buscaba yo (…). Estabas tú conmigo y yo no estaba contigo” (Agustín de Hipona, “Confesiones” 10, 27). Hay que procurar ser siempre joven, pero hay que crecer y avanzar: “Aunque se corrompa nuestro hombre exterior, el interior se renueva de día en día” (Pablo de Tarso). Solomon Roth, personaje de una película de Richard Fleischer protagonizada por Charlton Heston y Edward G. Robinson, recordaba: “Cuando yo era niño la comida era comida, entonces nuestros científicos envenenaron el agua, contaminaron la tierra y destruyeron las plantas y la vida animal. Podías comprar carne en cualquier parte, huevos, mantequilla y lechugas frescas en las verdulerías. Nada puede sobrevivir a un clima como éste. Esta ola de calor durante todo el año es como vivir en un invernadero. Todo arde”. Soylent Green (“Cuando el destino nos alcance”, 1974). ¡Todo se desmorona!- M.G.

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