El humo de satanás

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Barrunto de demonios

El humo de satanás

Manuel Gracián

4. Ago. 2022

No es para mí ningún placer hablarles del diablo, pero la doctrina de este tema me sugiere que será muy útil” (San Juan Crisóstomo, ‘De diabolo tentatore’). Tema desagradable y a la vez atractivo, esoterismo rampante. La Iglesia centra su magisterio en Cristo Resucitado pero hay un enemigo de Dios y de los hombres: el diablo. ¿Existe el demonio? Claro que sí:  misteriosa presencia personal, real, no simbólica, capaz de inmensas atrocidades, como lo demuestra la historia. Y si hay un demonio vivo, también existen las demonopatías en la sociedad contemporánea. El catecismo de la Iglesia Católica ilustra sobre la actividad ordinaria  del diablo (tentación para el mal).  La  acción extraordinaria de satanás (demonopatías) es consentida por Dios sólo en algunos casos (‘circumdatio’, vejación, obsesión, infestación, sujeción   y posesión diabólicas). Por ahora no entraré en detalles…

     El Concilio ecuménico Vaticano II (1962-1965) profundizó en el misterio de la Iglesia para dirigirse a todos los hombres. Declaró que  la vida humana representa  la lucha entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Por sí solo el hombre es incapaz de vencer al mal. Dios Hijo Jesucristo vino en persona para liberar al hombre, renovarlo interiormente y expulsar al autor del mal, el demonio (Jn 12, 31). A través de esta revelación, instó al hombre a luchar contra el poder de las tinieblas; en el reverso del tapiz, la invitación a la humanidad para encontrar a Dios por la vía del amor fraterno.  Después del concilio ecuménico era de esperarse larga jornada de sol para la historia de la Iglesia.

     Poco tiempo después se presentaron nubarrones de tormenta, tinieblas, interrogantes, insatisfacción, confrontación, herejías: auténtico estado de  incertidumbre. Se dejó de creer en la Iglesia; se confió en profetas profanos, en arúspices, curanderos, pranoterapéutas, gobernantes chocarreros…  Y por las ventanas de la Iglesia abiertas a la luz entró la duda a las conciencias; se inició retroceso hacia estados primitivos de las costumbres (atávicas dirían los antropólogos). 

     ¿Cómo sobrevino todo ésto?… Pablo VI contesta: En el noveno aniversario de su  nombramiento papal (1972), en la homilia de la fiesta de San Pedro y San pablo,   advierte:  «Por alguna fisura ha entrado el humo de satanás en el templo de Dios (…) Ha habido la intervención de un poder adverso. Su nombre es el diablo, este misterioso ser del cual se hace alusión en la carta de San Pedro.  Tantas veces, en otras partes del Evangelio, sobre los labios mismos de Cristo, regresa la mención de este enemigo de los hombres. Creemos–insiste el Papa–que es una cosa sobrenatural venida al mundo para sofocar los frutos del Concilio, y para impedir que la Iglesia  festejara el gozo de haber retomado en plenitud la conciencia de si misma»….

     Primero,  sorpresa de la prensa afín al Vaticano; después, escándalo. Muchos periodistas montaron en cólera: epítetos ofensivos: «el Papa ha exhumado creencias medievales»; «Montini chochea a los 75 años»; «Pablo VI ha retornado a ideologías ya superadas por la ciencia de este siglo»… Denominador común: reacción colèrica de numerosos periodistas, no sólo el simple disentimiento . 

     Desde Leon XIII en 1884, no se daba crédito a la existencia real del demonio, sólo en la literatura. Acto valeroso del Papa. Ante el embate de la prensa– apoyada por obispos y cardenales del autodestructivo  «Complejo Anti-Romano» (denunciado por Hans Urs von Balthasar en el  libro «El complejo antirromano»)–, Pablo VI, cinco meses después (15. nov. 1972), dedicó una Catequesis íntegra en su Audiencia, sobre la presencia activa de satanás en la Iglesia. 

     Tres años después (20. jul. 1975) en la edición semanal de «L’Osservatore Romano» (Año VII: No. 29), por instrucciones directas del Papa Pablo VI, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe  publicó un estudio escrito por un experto.: «Fe cristiana y demonología»: base segura para reafirmar la doctrina del magisterio de la Iglesia  sobre la acción  extraordinaria del satanás. ¡El diablo y sus secuaces habían sido descubiertos y desvelados! No aceptar o negar la existencia del demonio es equivalente a anular  la redención. Jesucristo bajó del Cielo y se encarnó para destruir la obra del demonio, el pecado (1 Jn 3, 5). Quien no cree en el demonio, no cree en el Evangelio. «veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc 10, 18). ¡Ya es tiempo de poner al diablo en su lugar! De ello, y como combatirlo, escribiremos pronto.- 

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