
Manuel Gracián
Cuestión social de Venezuela, signo premonitorio del desmoronamiento de los gobiernos marxistas que se rigen con la ideología del mal. Ejercidos por bestias con forma de hombres desafían los imperativos de la estabilidad y el orden social. Han adquirido poder político, económico y social, pero carecen de autoridad en el campo espiritual de sus gobernados; esta privación permite la libertad interior de individuos y naciones.
El 28 de julio de 2024 se realizaron elecciones para presidente de la república de Venezuela (2025-2031). Victoria abrumadora para el candidato de la oposición Don Edmundo González Urrutia (67% contra el 33% para Nicolás Maduro); votaron por él todos los estados del país y la mayoría de los municipios. La espectacular presencia de la gente en las calles de Venezuela ha confirmado la superioridad electoral de Edmundo González. La figura señera de heroica mujer excepcional, María Corina Machado, factor motivador del triunfo.
La votación, incontrovertible. Evidencia de la victoria: presentación de copias auténticas de actas de escrutinio por testigos de organizaciones políticas y observadores nacionales e internacionales. Pueblo venezolano, en vilo.
Como era de esperarse en gobiernos tiránicos semejantes (tyrannus regiminis): Nicaragua (Ortega), Cuba (Díaz Canel), Brasil (Lula), Colombia (Petro) y López-Obrador/Sheinbaum (México), Nicolás Maduro, autarca de Venezuela, se ha negado a aceptar la validez del resultado: no ha presentado totalización oportuna basada en actas de escrutinio ni auditorias ordenadas por la normatividad vigente. Consejo Nacional Electoral (CNE) ha recusado el resultado de las elecciones presidenciales conforme a la Ley orgánica del Poder Electoral y la Constitución (art 293).
El sátrapa, en su mesianismo demoníaco, está empleando todo el poder del Estado: Fuerza Armada Nacional (militares, policías, escuadrones militares y policiales, grupos de civiles armados). El fruto podrido: lesiones punzocortantes y de bala en la población, asesinatos, aprensiones, secuestros, creación de pequeños gulags, torturas, todo un infierno para la indefensa y oprimida gente de Venezuela.
Maduro ha convertido al país en un estado forajido que se niega a acatar el derecho de gentes (no observa tratados y promesas; rechaza el valor de la vida de cada ciudadano; no impugna el uso de la fuerza por motivos ajenos a la legítima defensa; no respeta los derechos humanos). Viola las Convenciones de Ginebra, Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas, Tribunal de Nuremberg. El artículo III cita: “El Hecho de que una persona que ha cometido un acto que constituye un crimen de acuerdo al derecho internacional actuara como jefe de Estado, no lo exime de responsabilidad ante la legislación internacional”. Infracciones graves como las de Maduro constituyen delitos universales sujetos a extradición, dentro de la jurisdicción de cualquiera de los países suscriptores de la Convención de Ginebra.
El demoniaco Maduro, en última instancia, ha transformado Venezuela en Estado fallido: “carencia de capacidad y voluntad para proteger a sus ciudadanos de la violencia e incluso la destrucción; considerar estar más allá del alcance del derecho nacional e internacional; grave déficit democrático que priva al país de su propia sustancia” (Chomsky).
Maduro posee la fuerza del Estado. Pueblo inerme, hombres, mujeres, niños, ancianos, enfermos, impotente para hacerlo cumplir la voluntad popular de tener nuevo presidente de la República. Urge solidaridad de las naciones con el pueblo bueno de Venezuela. Joe Biden, tratando de probar que no tiene Alzheimer. Kamala Harris promoviendo a lobby gay y patrocinando el aborto. El Pentágono, atribulado con Israel y Hezbollah. Varios países de América apoyan a Venezuela, de lengua para afuera (Colombia, Argentina, Chile, Salvador, Uruguay, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Estados Unidos). Pululan grupúsculos de rusos, chinos, cubanos, nicaragüenses en el país, espantajos a quien nadie teme. Heroicos venezolanos indefensos ante el maligno Goliat gubernamental…
Acuden a mi mente tonantes palabras del gran líder social y espiritual, Juan Pablo II: “El núcleo mismo de la vida internacional no lo constituyen tanto los Estados cuanto el hombre (…) Una vez que se han intentado todas las posibilidades ofrecidas por las negociaciones diplomáticas y los procesos establecidos por las convenciones y las organizaciones internacionales y que, a pesar de ello, las poblaciones corren el riesgo de sucumbir. a causa de los ataques de un agresor injusto, los estados ya no tienen ‘derecho a la indiferencia’. Parece que más bien que su deber es el de desarmar a ese agresor, si todos los otros medios se han demostrado ineficaces. Los principios de la soberanía de los Estados no pueden, sin embargo, constituir una pantalla detrás de la cual se tortura y asesina.” (Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 16 de enero de 1993). ¡La solidaridad es el nuevo nombre de la paz!.- MG
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